¡Hoy hablamos de las uñas! Pero ¿qué es exactamente una uña? Pues es uno de los anejos cutáneos, junto con los folículos pilosos y las glándulas sudoríparas.
Podríamos vivir sin ellas, ¡claro! Pero no sería lo mismo, porque su función es doble: Ayudarnos con la motricidad fina al coger los objetos en la vida diaria, y proteger nuestros dedos de los pequeños golpecitos diarios. Al igual que explicamos en su día con el pelo, aquí tampoco podemos ver la uña completa, sino que hay una parte que está parcialmente enterrada debajo de la piel, a la que se le llama «matriz ungueal», que es la parte que protege a las células madre que van formando la uña. Esta parte es la que está viva, porque el resto de la uña está compuesto de células muertas que han perdido su núcleo y se han rellenado por completo de queratina. Al igual que ocurre en el pelo, la parte de la zona de las células madre que se ve, es la lúnula (cuyo nombre viene de la palabra luna), y es esa parte blanca que vemos en la base de las uñas y que tiene forma de «media luna».
Pero en el cuidado de las uñas no sólo hay que cuidar la uña, sino todo lo que la rodea: la raíz de la uña, los pliegues laterales y las cutículas.
¿Te contamos una curiosidad? Las uñas evolucionan a lo largo de la vida: en la infancia son más flexibles y transparentes, en los adultos suelen ser más resistentes, y en los ancianos, se hacen más frágiles y la lúnula les desaparece. ¿Lo sabías?